Merece la pena seguir

El silencio de la Administración es desolador. Ni siquiera hablan ya para meterse con nosotros. Han decidido castigarnos con su silencio y dejar que nuestro cansancio sea nuestro mayor enemigo. Mientras callan, siguen presionando a los equipos directivos para aprobar la PGA (donde aún no se ha aprobado)  o para firmar por enésima vez los horarios. Nos demuestran lo que somos, funcionarios, y lo que son ellos, nuestros jefes. Déspotas de otro siglo que usan la palabra democracia como reclamo electoral, pero que una vez conseguido el voto se desentienden de los ciudadanos, pues más allá de depositar el voto en una urna, no les interesamos. Tienen sus agendas y planes con la educación pública y mienten y  esparcen su odio a todo lo público, porque nunca lo necesitaron, y porque hacer negocio es su bandera. Todavía deben de estar sorprendidos de nuestro arranque de curso. ¡Profesores movilizados! ¡Vaya escándalo! ¡Y los padres apoyando tamaña locura! El caos. Pero sabe más el diablo por viejo que por diablo. Y en vez de echar más leña al fuego han decidido dejar que la cosa se enfríe, que nos entren las dudas, los miedos, que empecemos a dividirnos, que miremos nuestras nóminas preguntándonos si merece la pena seguir por este camino. Pero, ¿hay acaso otro camino?

Se oyen voces por los pasillos que piden algo diferente a la huelga y que emprendamos nuevas acciones. Vaya, pienso, la memoria nos falla. ¿Es acaso huelga lo único que hemos hecho? Hemos hecho manifestaciones, concentraciones, flashmobs, recursos de alzada, conciertos por la escuela pública, meriendas por la escuela pública, paseos por el Retiro, hemos subido a la montaña con las camisetas verdes,  hemos soltado globos, puesto velas, dado clases particulares gratuitas en diferentes plazas de la ciudad, encierros, hemos denunciado a Lucia Figar, nos hemos autoinculpado por votar con la camiseta verde, hemos conseguido que todo el mundo sepa lo que es la “marea verde”… Me dejo cosas, seguro, porque habrá centros donde se hayan hecho cosas que no han llegado a nosotros, pero imaginación, no nos ha faltado. Ni imaginación ni convicción de que la lucha por la enseñanza pública es una lucha por salvaguardar uno de los derechos más básicos, junto con la sanidad, que tenemos los ciudadanos. ¿Por qué entonces cada vez hay menos profesores haciendo huelga? ¿Por qué el desanimo que recorre los pasillos de los institutos?  ¿Qué debemos hacer? ¿Dejarlo ahora? ¿Darles la razón? ¿Dejar las huelgas y hacer sólo “todo lo demás”? El único motivo por el cuál se ha abierto un debate respecto a la educación ha sido gracias a que hemos hecho huelga. Todo lo demás llevamos años haciéndolo sin que nadie se enterara, o casi nadie. Ahora están las madres y padres con nosotros, nuestros alumnos y muchos compañeros se están dejando la piel  estos meses. Cuando en un conflicto una de las partes se niega a negociar, las acciones deben ser más contundentes, no menos. Ahora es momento de reflexionar y ver qué toca ahora. Pero en ningún caso podemos hacer menos. La gente apela a la imaginación. ¿No es acaso lo que hemos estado haciendo hasta ahora?

Hemos emprendido un camino que sabíamos no iba a ser fácil, pero muchos de nosotros lo hemos hecho  sabiendo que merecía la pena. Yo sé a qué lado de la estadística quiero estar. Si algún día no queda nada del Estado de Bienestar no quiero reprocharme no haber luchado por salvaguardarlo. Estamos en primera línea nos guste o no, y bajar la cabeza no va a cambiar este hecho. No podemos elegir el tiempo que nos toca vivir, sólo podemos elegir cómo hacerlo. Yo elijo seguir luchando.